El escenario recesivo en el que entró la economía argentina como consecuencia de la sequía, la devaluación y la suba de tasas, se prolongará como mínimo durante dos trimestres, pero las proyecciones de los expertos disienten a la hora de definir en qué momento la actividad económica comenzará a pegar la vuelta para retornar al sendero expansivo que mostró hasta marzo de este año. Los factores a monitorear serán la estabilidad del tipo de cambio, la magnitud que haya en la recomposición o pérdida de los salarios, y en qué medida la suba del dólar se trasladará a un mercado energético que quedó atado a la cotización de la divisa.

Otro aspecto a tener en cuenta es la situación de Brasil, que en septiembre deberá elegir un nuevo presidente en medio de un marco político convulsionado, y la cosecha de trigo, que consideran que si es buena podría traccionar el producto sobre el final del año.

“La duda es el último trimestre porque Brasil no viene bien. Pero si no se complica, y la cosecha de trigo es buena, es probable que se corte la mala racha, con un crecimiento interanual levemente negativo o estable”, explicó en diálogo con BAE Negocios Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma. Por el contrario, si estos dos factores no juegan a favor, habrá que esperar al segundo trimestre del año que viene, cuando la baja base de comparación permita mostrar números positivos en las estadísticas públicas.

Algo de ese análisis dejó traslucir el presidente de Fiat, Cristiano Rattazzi, quien en una entrevista con El Cronista señaló que “para mayo vamos a estar mejor” siempre y cuando haya un “cosechón” del campo.

“Veo difícil que el último trimestre sea expansivo. El motor es el consumo y el salario real va a seguir cayendo más allá de la recomposición de las paritarias. Y por el ajuste fiscal no va haber nuevas obras públicas”, se diferenció Martín Alfie, de la consultora Radar. El economista advirtió que también hay que evaluar “cuán fuerte” sea el traslado de la devaluación a los combustibles y las tarifas, que a su vez provocan “aumentos de segunda ronda” sobre los productos. El problema de dolarizar al sector es que una disparada en el tipo de cambio exacerba la incercia inflacionaria a una economía a la que siempre le costó la desaceleración de precios.

“En el 2017 el Gobierno salió de la recesión con apreciación cambiaria y obra pública”, abundó Alfie, una estrategia que difícilmente pueda repetirse en el año y medio de gestión que le queda al macrismo, bajo la tutela del FMI que obligó a llevar estos gastos a apenas 1,27% del PBI este año y 0,67% en 2019. Según cálculos del economista Federico Pastrana, los PPP aportarán sólo 0,04% y 0,32% del producto, respectivamente.

En otro orden, Caamaño añadió que lo que ocurra con el tipo de cambio y el frente externo será clave para poder cortar con las tasas altas que hoy ahogan al sector productivo, una condición para pensar en una reactivación en el último trimestre. También lo será para que revivan los créditos hipotecarios, que en su versión UVA fueron las vedettes de los últimos dos años y necesitan que vuelva la estabilidad para volver a empujar al sector inmobiliario y la construcción.