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[367]| Del 17 al 21/10 de 2016

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“La primera lección de la economía es la escasez: Nunca hay suficiente de cualquier cosa para satisfacer plenamente a todos aquellos que la desean. La primera lección de la política es descartar la primera lección de la economía.”  Thomas Sowell

Argentina – Sesgo fiscal expansivo, bono de fin de año y dureza monetaria: ¿Dónde quedó la consistencia? En el área económica, la credibilidad y, su socia cercana, la confianza, se construyen implementando planes económicos consistentes. Es decir, un conjunto de medidas que “cierra”. Cuando eso ocurre, la credibilidad y confianza surge naturalmente y se despersonalizan. No hay necesidad de arengas, ni de voluntarismos, ni de reclamar aportes.

Ocurre así, porque la consistencia asegura sustentabilidad y previsibilidad y con eso existe, basta y sobra para que las expectativas se alinean naturalmente a los anuncios. Entonces, se puede ir lidiando con los shocks, superando restricciones y/o avanzando reformas estructurales de forma mucho más ordenada y menos traumática.

El concepto de consistencia tiene dos dimensiones básicas.

La dimensión interna, que tiene que ver con cómo se acoplan entre sí los distintos frentes que conforman el esquema de política económica en cuestión. No sólo en un sentido estático, sino también dinámico. Más aún en el caso de los planes graduales.

Y la externa, que tiene que ver con el nivel de flexibilidad del esquema. Es decir, su capacidad de adaptación ante distintos shocks internos y/o externos. Elemento clave, porque la rigidez de los esquemas de política económica, sea la misma de origen u adquirida en el transcurso de su implementación, es una de las principales causas de su falta de sustentabilidad y de la pérdida de confianza de los agentes económicos en los mismos.

Profundizando. La actual administración recibió de su predecesora una herencia macroeconómica espantosa. Una que en el plano fiscal es de las peores desde el retorno de la democracia y que en el plano monetario no estaba tan lejos. Para colmo de males, esa terrible herencia se combinó, por un lado, con expectativas de deterioro del contexto internacional, dado el cambio de signo del ciclo de liquidez mundial, lo que complicaba aún más la situación y acortaba los tiempos. Y, por el otro, con un contexto político y social muy polarizado, con altos niveles de vulnerabilidad social (pobreza e indigencia) y con claras dificultades a nivel legislativo.

Ante semejante panorama, con sus luces y sombras, el desafío económico que enfrentó la Administración Macri fue enorme. Y en ese sentido no podemos dejar de subrayar que una parte importantísima de la tarea, la más urgente, se hizo rápida y eficientemente: Se evitó la crisis por balanza de pagos, se “liberó” el funcionamiento de la última y también se evitó, férrea política monetaria mediante, un desborde inflacionario en el corto plazo, asegurándose la convergencia de las expectativas inflacionarias de mediano plazo a valores que si bien siguen siendo elevados, son incluso mejores que el promedio de los últimos años.

Sin embargo, no podemos dejar de subrayar que aún no se logró avanzar de forma convincente en el proceso de ajuste fiscal, principal razón de la falta de consistencia del actual esquema de política monetaria. En ese sentido, el renovado sesgo expansivo que el proyecto de ley de presupuesto 2017 blanquea para el último tramo del año en curso y propone para el año que viene, y la más reciente iniciativa oficial, en respuesta a una serie de pedidos y planteos de la CGT, de “apadrinar” la propuesta de pago de un bono de fin de año de no menos de $ 2.000 por trabajador; son los dos últimos hitos dentro de una seguidilla de medidas que fueron erosionando la consistencia del actual esquema de política económica.

Esta no es una cuestión accesoria o meramente técnica. El plan económico en curso pierde consistencia ante velocidades de ajuste cada vez más divergentes entre el frente fiscal y el monetario. Pues, justamente, la reducción progresiva del déficit fiscal a niveles sustentables es la condición necesaria para la implementación de una política monetaria enfocada en la estabilidad del nivel de precios sea realmente sostenible en el mediano-largo plazo. Es decir, que la misma sea posible en el contexto de un esquema cambiario que directa e indirectamente asegure flexibilidad desde el punto de vista de la economía real.

En ese sentido, vale la pena señalar, que más que ofuscarse, los hacedores de política económica deberían tomar nota e interpretar como una señal en ese sentido la creciente dificultad que enfrentan para que las expectativas y hasta las decisiones de los agentes económicos se ajusten más fiel y rápidamente a los anuncios de política económica. Pues, las dudas que despierta esa creciente falta de consistencia no son pocas y tampoco inocuas. Dudas que no se sostienen desde el punto de vista de la credibilidad o confianza de quienes realizan los anuncios o su oportunidad. Sino, por el contrario, y justamente, desde el punto de vista de la sustentabilidad del conjunto.

La lentitud que la Administración Macri observa respecto de la puesta en marcha de buena parte de los anuncios y promesas de inversión productiva privada, por un lado, y la fuerte resistencia que están mostrando las expectativas inflacionarias de mediano-largo plazo para ajustarse a los objetivos oportunamente fijados en esa materia, por el otro, son dos ejemplos concretos al respecto.

Cerrando. A lo largo de los últimos 54 años de nuestra turbulenta histórica económica, ya casi 55, han existido los más diversos ejemplos de esquemas de política macroeconómica. Muchos basados en esquemas de tipo de cambio fijo o cuasi-fijo y los menos en esquemas de TC flotante. Algunos con mayor pretensión de inserción internacional y otros más aislacionistas. Con mayor o menor nivel de participación e intervención del Estado, etc. Pero, todos con dos denominadores comunes íntimamente relacionados: Su ya probada insustentabilidad, por un lado, y su imposibilidad de equilibrar el frente fiscal en el mediano-largo plazo, por el otro. Ergo, si hay algo de lo que carecieron esos planes económicos, fue de consistencia.

Lamentablemente, por ahora, no podemos afirmar, a pesar de las esperanzas generadas en ese sentido durante los primeros 100 días de gestión, que el actual plan económico sea la excepción. Esperemos que luego de las legislativas de 2017 aprovechemos para recuperar rápidamente esa consistencia perdida.